28 febrero 2016

VOLVER A CASA UNA Y OTRA VEZ...



En el principio está lo olvidado, el origen de la esencia que somos. Desde los primeros avances, observando, gateando, explorando, desbrozamos y recolectamos los mimbres con los que construimos el recipiente donde reposa nuestro ser, ese vuelo de esencia libre, ausente del polvo que el caminar pega al cuerpo, alejado del ignorante temor a envejecer, a morir, al éxito y al fracaso. Esa luz que late en un rincón íntimo, solo accesible desde el silencio valiente enfrentado a nuestra verdad, desde la soledad sin estridencias, transformadora, que muestra la inmensidad en la que nos regocijamos en compañía de otras soledades sensibles al destello primigenio. Rayo delicado como una candela eterna, que por muy bravo que sople el viento resiste a sus envites danzando, contorsionandose y cantando sin fin "sigo aquí".


En lo cotidiano, nuestro caminante avanza entre guijarros, trochas escarpadas, a través de prados y veredas floridas, se deleita con el dulzor de la fruta, maldice el dolor de las caídas, los tropiezos y las encrucijadas. Escucha los ecos aprendidos, grabados por la experiencia, las voces que atemorizan y frenan, que ensalzan el miedo, lo coronan, lo empoderan y así empezamos a vernos cargados con un peso ajeno a lo que en realidad somos. Y ese fardo pesado dispara la distancia de la cuna donde danza la llama del amor que somos, y cuanto más lejos estanos, más nos ensordece la vida.

Retornar a la llama fértil, volver los ojos hacia el interior, es la salida del laberinto, abandonar el grito y volver al silencio, hacer lento el caminar, deternos en las miradas, saborear la incertidumbre con gusto, flotar con los perfumes, revolcarnos en el polvo, bañarnos en los rios...

En eso estamos, en no perder de vista el rescoldo que somos.

INSTANTE

Solo hay que parar un instante... Dejar de correr, dejar de caminar, dejar de pensar y abandonarse a la inmensi...